La noche se cernía sobre Los Santos mientras una procesión inusual de camiones avanzaba hacia el centro de la ciudad. A las 3 de la mañana, las calles normalmente tranquilas estaban llenas de motores rugientes y bocinas, mientras los conductores de camiones expresaban su descontento por la falta de oportunidades laborales.
la manifestación pacifica pronto se vio envuelta en caos cuando la policía respondió con fuerza desproporcionada, usando disparos dispersos y explosiones para dispersar a los manifestantes. El aire se llenó de humo y el sonido ensordecedor de la violencia, mientras la indignación crecía entre los ciudadanos que presenciaban la escena.
La represión policial encendió una chispa que prendió la furia de todos los presentes. Las voces de protesta se convirtieron en gritos de rabia y el deseo de justicia se transformó en sed de venganza. Entre la multitud enfurecida, surgió la idea de responsabilizar al alcalde de la ciudad por la situacion desesperada en la que se encontraban.
Con la ira como guía, una turba enfurecida se dirigio hacia el Ayuntamiento, con el único objetivo de hacer pagar al alcalde por su supuesta negligencia. La ciudad se sumió en el caos total mientras los manifestantes, impulsados por la injusticia y el desespero, clamaban por la sangre del líder municipal.
En medio de la oscuridad de la noche, el futuro de Los Santos pendía de un hilo, amenazado por la violencia desenfrenada y la sed de venganza de aquellos que sentían que habían sido abandonados por aquellos en el poder.
